Apple ha decidido apostar por la biometría facial.Mientras que unos fabricantes han optado por integrar el sensor en pantalla.
La colocación del sensor de huellas moderno, el integrado en un botón que «saca» al usuario de la app que está ejecutando y le devuelve a la Home del telefono fue puesto encima de la mesa por el iPhone 5s en 2013. Ya hubo con anterioridad móviles que integraban el sensor de huellas para autenticación, pero no lo hicieron de la misma manera, ni era tan cómodo o seguro como la solución de Apple.
Apple renovó el sensor con el iPhone 6s y posteriores para hacerlo bastante más rápido y fiable que el anterior y desde ese 2015 la tecnología permaneció estática.
Apple decidió cortar con el sensor dactilar y optar únicamente por la otra ruta: el sensor de reconocimiento facial.En su caso, esta tecnología comienza su desarrollo años antes del lanzamiento en forma de Face ID en el iPhone X de 2017. Se vio reforzada con la adquisición de la empresa responsable de los sensores de Kinect.
En cuatro años, Apple redujo considerablemente los sensores y mejoró la tecnología hasta llegar al resultado actual. Así nacía TrueDepth, un sistema compuesto por 8 sensores de los cuales 4 son los responsables de Face ID potenciado por el procesador A11 Bionic.
En su presentación, Apple aseguró que Face ID tenía una probabilidad de que una persona aleatoria desbloquee tu terminal de 1 entre 1 millón, comparado con la probabilidad de 1 entre 50.000 de Touch ID. Es, por tanto, más seguro. Con posterioridad, los intentos por engañar a Face ID han sido muy laboriosos y poco factibles.
Mucho se habló en su momento acerca de un sensor Touch ID integrado en la pantalla del iPhone. Ciertamente, Apple estuvo explorando esta posibilidad durante un tiempo y lo sabemos a través de las patentes registradas. Estos esfuerzos fueron corroborados por Dan Riccio, vicepresidente senior de hardware de Apple, aunque desde comienzos del desarrollo del iPhone X se descartó por completo el sensor dactilar integrado en la pantalla:
es muy fácil ver que Apple tomó la decisión correcta con Face ID y desechando un sensor tras la pantalla. Apple consiguió que Face ID estuviera a la suficiente altura antes de hacer el cambio, mientras que los sensores tanto ópticos como ultrasónicos aún no superan al sensor dactilar físico tradicional.
todo apunta a que esa ventaja de dos años del iPhone X que comentamos hace tiempo sigue estando vigente más de año y medio después.